viernes, 14 de noviembre de 2014

REAL AVILÉS: IN ENGLISH, PLEASE

Resuelta la incertidumbre, firmado el compromiso con el nuevo gestor, un escocés, de nombre Clarkson, se abre una nueva etapa que, apoyada en lo mejor de los últimos años, debería evitar lo peor de estos años, no sólo por parte de los gestores, también por la afición y la sociedad avilesina. Un poquito de realidad, por favor. Es innegable que mantener un club es muy costoso y depende, en buena medida, de los resultados, aunque éstos dependen del trabajo bien hecho, en los despachos al planificar la plantilla, también en el terreno, en los entrenamientos y en la competición. La suerte es algo que dura muy poco y, al final, siempre queda primero el que mejor lo hace durante la temporada. Hacerlo bien supone tener un equipo razonablemente seleccionado, equilibrado en juego y costes…teníamos un buen equipo, el actual aún tienen que dar más. Es inexplicable la gestión de la plantilla anterior por parte de los gestores que se han ido, RANG-Golplus. Hacerlo bien necesita un director técnico adecuado…y esto lo tenemos. Mejorar la plantilla un poquito dependerá del mercado y del presupuesto disponible. Veremos que dice el escocés. Hacerlo bien también es incrementar el número de socios y mejorar la presencia de aficionados en el estadio cada semana. Este es uno de los fracasos más sonoros de los anteriores gestores. En mi opinión, nunca entendieron que Avilés es una ciudad industrial, sumida en la incertidumbre laboral, con miles de familias en dificultades, para las que detraer unos euros para ir al fútbol no es nada sencillo; a eso hay que sumar la desafortunada historia previa del club con el estrepitoso fracaso del actual accionista mayoritario. Siendo eso así, resultó insultante escuchar al anterior director general, al final del primer partido de promoción, quejarse de la poca asistencia, echando la culpa a la ciudad de no acudir al estadio. Se equivocó y mostró su incapacidad, porque él era el responsable de llenar el campo, los que fuimos ya hicimos nuestra parte. Pero también se equivocó, o fracasó, en conseguir un mayor apoyo de la sociedad. Debería preguntarse si hizo todo lo posible por atraer a pequeños industriales, comerciantes, industrias de mayor tamaño. Y, del mismo modo, salvando cuestiones administrativas en materia de subvenciones, estoy convencido que le faltó imaginación para lograr un espacio común de cooperación con el Ayuntamiento de la ciudad. Ahora es tiempo nuevo, muy nuevo, el nuevo gestor viene de otra cultura, de uno de esos países que siempre nos parecen mejores, habla otro idioma, ojalá también hable otro idioma diferente a la hora de enfocar los problemas y aportar soluciones. Los aficionados van a estar expectantes, apoyando, sin duda, si se hacen bien las cosas; incluso en inglés, estamos dispuestos a escuchar y cooperar. ENRIQUE GONZÁLEZ FERNÁNDEZ Socio del Real Avilés

sábado, 1 de noviembre de 2014

REFLEXIONES DESPUÉS DE LA CRISIS

La crisis del Ébola obliga a revisar nuestro Sistema Nacional de Salud La recientemente superada crisis generada por el contagio de una persona por el virus Ébola en nuestro país, esperemos que sea la última, felizmente resuelta para la enferma y sus contactos de riesgo, ha puesto de manifiesto algunas fortalezas de nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), pero también ha abierto algunos interrogantes que no deberíamos dejar pasar sin analizar detenidamente. No cabe duda que nuestro sistema de salud ha sido capaz de repatriar a ciudadanos españoles enfermos, atenderlos y curar aquellos casos que la situación clínica y la capacidad de respuesta individual, lo han permitido. Eso no resulta sencillo ante una enfermedad completamente desconocida para nuestros profesionales y para nuestros centros sanitarios, una enfermedad con una alta tasa de mortalidad y que precisa un tipo de atención muy exigente. Primera fortaleza evidente. La segunda fortaleza, ésta ya muy conocida, aunque precisamente por eso no siempre bien valorada, es la accesibilidad y la equidad. No han existido barreras culturales, sociales o económicas para que el sistema de salud diese a cada paciente aquello que precisaba en cada momento. Frente a esto, hemos conocido las dificultades de algún ciudadano americano para continuar tratamiento por razones de acceso económico a la medicación necesaria. Es preciso recordar que nuestro Sistema Nacional de Salud dispone de la más amplia cartera de servicios que se conoce y la pone a disposición de las personas que lo necesitan, sin distinción, aunque desde 2012 existan algunos matices que cuestionan la idea anterior. Ambas fortalezas han llevado en numerosas ocasiones a decir que disponemos de uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, lo que es cierto en ambos aspectos. Sin embargo, estas últimas semanas deben hacernos reflexionar sobre algunos aspectos muy relevantes. La primera reflexión está relacionada con la financiación y el aseguramiento. No cabe duda que es el Estado, y las Administraciones Sanitarias Territoriales, quienes garantizan la equidad en el acceso y el mantenimiento de las prestaciones; en este sentido, la introducción de criterios de beneficio empresarial en el sistema de salud, orientará las decisiones de gasto e inversión en aquellas líneas de mayor generación de beneficios, dejando para el sector público las parcelas de más coste e ineficiencia económica, aunque imprescindibles en materia de cohesión sanitaria. Por otro lado, los cambios en el aseguramiento producidos en el año 2012, impulsados por el actual Gobierno y argumentados bajo el enorme paraguas de la crisis económica y las exigencias de la Unión Europea, nos han colocado ante la realidad, la dura realidad de aquellos que están en nuestro país intentando salir adelante, ellos y sus familias, procedentes de otros lugares del mundo, algunos de los cuales están afectados, o en riesgo de estarlo, por la actual epidemia del virus Ébola. Ignorar esta realidad supone un enorme acto de injusticia social que, por otro lado, la inmensa mayoría de la ciudadanía no comparte; pero, desde el punto de vista epidemiológico y de salud pública, puede poner en riesgo al resto de los ciudadanos, dado que la situación irregular de presencia en nuestro país puede hacer que el sistema de salud no llegue a protegerlos, a atenderlos adecuadamente, y a controlar los posibles contactos de riesgo que se puedan producir. La segunda reflexión está relacionada con la selección de recursos más adecuados para atender a este tipo de pacientes. En este sentido, hemos ido conociendo con el paso de los días, que el Hospital Militar Gómez Ulla dispone de instalaciones, equipamiento y personal adiestrado para situaciones de riesgo biológico. Si esto es así, es difícil entender que se haya elegido el Hospital Carlos III para atender a los pacientes repatriados desde los países afectados por la epidemia, máxime conociendo su estado de extrema gravedad. Esto, además, está en relación con la propia evolución de capacidad y singularidad del Hospital Carlos III, que ha ido descapitalizándose, no sólo en recursos materiales y humanos, sino también en materia de gestión del conocimiento, hasta encontrarse en situación de casi dilución en el conjunto de la red sanitaria de la Comunidad de Madrid. A ello no es ajena la derogación en 2007 de los artículos de la Ley General de Sanidad referidos al Instituto de Salud Carlos III, en el marco de la articulación territorial de la investigación biomédica y la búsqueda de mayor eficacia en la gestión de las ayudas a la investigación. Una tercera reflexión nos lleva al siempre difícil debate competencial bajo la pregunta ¿ha de ser responsable la Comunidad de Madrid de la atención a problemas singulares y excepcionales? El hecho geográfico no garantiza la capacidad de respuesta del sistema de salud ante situaciones excepcionales; descargar sobre la financiación de una Comunidad Autónoma la responsabilidad de mantenimiento de centros singulares de alta especialización. En este caso excepcional se puede ejemplificar otras situaciones de riesgo potencial futuro. Profundizando en esta dirección, no deja de ser discutible la decisión de disponer de un centro preparado para un posible caso de Ébola en cada Comunidad Autónoma. Desde la óptica de la planificación y la eficacia en la atención sanitaria a las crisis, es más eficaz disponer de un adecuado medio de transporte y localizar la atención a posibles nuevos casos en dos o tres centros distribuidos territorialmente por el país, lo que permitiría disponer de personal cualificado y de las instalaciones y medios necesarios con menor coste para el conjunto del sistema. Esto no es nuevo; ya se viene detectando hace años la necesidad de fortalecer algunos elementos del sistema de salud, concentrando recursos y conocimiento especializado para garantizar la mejor atención a los problemas de mayor complejidad y singularidad. No se trataría tanto de reducir la cartera de servicios de algunos centros, sino de generar una red formal y real, que agrupase los 22 grandes hospitales de nuestro país, creando un clúster de conocimiento y tecnológico, con gestión coordinada entre el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas, con financiación singular a cargo del Ministerio de Sanidad en aquellos servicios que son de referencia. Ello evitaría fronteras administrativas en la atención a los pacientes más complejos, facilitaría la generación de conocimiento experto y aumentaría enormemente la calidad de la atención, la formación de especialistas, la innovación y la investigación en el ámbito sanitario. Del mismo modo, se hace ya imprescindible la creación de un organismo que impulse la homologación de centros sanitarios, la calidad y la evaluación de la atención sanitaria y la práctica profesional, que impulse la buena práctica y la generación de conocimiento, como sucede con el NICE-NHS británico. Nuevos riesgos en salud pública en un mundo globalizado, que obligan a repensar la coordinación y gestión del sistema de salud, potenciando el papel de autoridad sanitaria estatal para afrontarlos, en definitiva, para asegurar a los ciudadanos la mejor calidad posible de la atención sanitaria y continuar fortaleciendo nuestro Sistema Nacional de Salud, para que siga siendo uno de los mejores del mundo. Enrique González Fernández