domingo, 13 de mayo de 2012

EL PDO DEL DINOSAURIO

Me disculparán, espero; no se trata de una errata, he preferido eliminar la “E” en el título de este artículo, para no parecer grosero. Pero no puedo dejar pasar la oportunidad de compartir con ustedes la sorpresa de conocer que la digestión de los dinosaurios herbívoros, es la causa del calentamiento del planeta hace 150 millones de años. Se acabaron las teorías románticas de una invasión de habitantes de otros lugares del Universo. Se acabó también la tesis del meteorito. Ocurrió de forma más sencilla, las flatulencias de esos animales, seguramente de proporción adecuada al tamaño del bicho, inundaron la atmósfera de etano y…zas!!...todos tiesos. Ahora empiezo a entender un poco más y mejor del mundo en que vivimos. Nada de políticos indocumentados o descuidados en el uso de lo público. Empiezo a pensar que todo lo que estamos viviendo en los últimos tres años tiene que ver con la flatulencia de otro gran dinosaurio. El sistema llamado capitalista, compuesto por una serie de estómagos interrelacionados, a modo de rumiante, fruto de un empacho digestivo descomunal, después de décadas devorando todo lo que ha podido, ha soltado una enorme flatulencia, un enorme pedo, de cuyo impacto nauseabundo no acabamos de librarnos. La enorme flatulencia de los dinosaurios terminó con las condiciones de vida conocidas en ese momento. El pedo del capital está terminando día a día, con lo construido laboriosamente durante años. En descargo de los dinosaurios, hay que reconocer que los pobres únicamente se limitaron a vivir y a cumplir con las normas de la biología. Sin embargo, en la flatulencia capitalista, la ambición y la decisión de personas, es el origen del incremento de la marginación, del incremento de la exclusión social, de la pérdida de derechos laborales y sociales. Es la decisión de personas la que hace que miles de ahorradores de Bankia y sus entidades fundadoras, sean ahora un poco más pobres y, probablemente, hayan perdido una buena parte de los ahorros acumulados a lo largo de su vida. Pero no crean, el dinero, como la materia, ni se crea ni se destruye, solamente se transforma…y cambia de manos. Dicen que la esperanza se llama Hollande. Es posible. Su discurso habla de una banca pública de inversiones, habla de ética, habla de impedir que los bancos que reciben ayudas públicas, inviertan en paraísos fiscales. Habla de cosas sensatas, cercanas a la ciudadanía. Pero en este complejo mundo, evitar que la flatulencia del capital acabe con todos nosotros, exige cambiar la dieta del enfermo. Y eso requerirá algunos Hollande más. ENRIQUE GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

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